Vino la ocasión de invocar la canción y andar por los caminos del sur.
Bosques y laderas; cañadas y veredas que recorremos por igual hombres, leones y venados.
Al amanecer, se deben aguzar los sentidos. Y es que están en todas partes y en ninguna.
Es parte de su esencia ser esquivas. Vuelan, saltan, cantan y brillan. De ahí el gran disfrute cuando regalan un poco de su presencia, para alimentar la ilusión.
Aunque siempre hay algunos que de plano si se esconden y no quieren ser vistos para nada.
El camino tiene siempre hermosas sorpresas. Brillantes regalos de color para los sentidos. Pequeños amigos que alegran con su presencia nuestros pasos.
La noche cayó cada noche y la luna la iluminó en cada ocasión. Lucero creciente y brillante. Siempre con el recuerdo de esa sonrisa... me hace falta un lucero... y mi lucero eres tú...
Y bajo su tenue luz, vigilan ojos atentos, regalando la primera oportunidad de verlos de cerca.
Debo decir que no fueron todo sonrisas. Ahora, hay una tarea que duele en el fondo. No me es cercana, incluso lastima bien adentro. Por eso, usando un rayo de luz que transforma, pido perdón por el valioso aliento que, con el afán de aprender, tomamos para siempre.
Cierto… También hay una investigación científica en curso. Protocolos de muestreo, hipótesis para probar o ser refutadas. Y sin embargo, antes de toda esa formalidad, hay un corazón latiendo fuerte. Porque ese es el motivo de todo este esfuerzo. La ilusión de contemplar la libertad, la alegría, el vuelo de esos encantadores mentecatos.
Los ojos contemplan algo único. La vida de los hijos del río y la montaña. Vida que da identidad a nuestra propia esencia. En el sentido más profundo. Y hablando de biogeografía también ;)
Muchas imágenes para compartir toda esta experiencia.
Saludos al respetable y al no tanto